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J. BERNABEU-MESTRE ET AL.

A

LIM.

N

UTRI.

S

ALUD

32

retos de la industria agroalimentaria, se retomó el proceso

de institucionalización de la nutrición, al promover el aso-

ciacionismo científico, la formación universitaria específica,

la convocatoria de reuniones y congresos o la creación de

revistas especializadas, entre otras iniciativas (6).

El 25 de abril de 1948 se constituía en los locales de la

Sección de Química Bromatológica del Consejo Superior

de Investigaciones Científicas (CSIC), la Sociedad Españo-

la de Bromatología (SEB). Entre los promotores de la nueva

Sociedad, junto con investigadores del CSIC, figuraban el

profesor Román Casares López (1908-1990), catedrático

de Bromatología de la Facultad de Farmacia de la Universi-

dad Complutense de Madrid, y su colaborador, el profesor

de Toxicología Aplicada, León Villanúa Fungairiño (1918-

2004). Se trataba de crear una corporación científica que

fuese capaz de aglutinar y defender los intereses de los

profesionales que trabajaban en el «campo de los alimen-

tos», y a través de publicaciones como la revista

Anales

de Bromatología

(1949-1993) o el

Boletín de Informa-

ción Bromatológica

(1952-1957) ofrecer un espacio pro-

pio de comunicación y debate que evitase que los resultados

de sus trabajos e investigaciones se perdiesen en «revistas de

la más variada índole con perjuicio de un conocimiento y

una emulación mutua». En 1953 y 1956 la SEB convoca-

ba las primeras reuniones de bromatólogos españoles y su

revista

Anales de Bromatología

(1949-1993) se convirtió,

junto a la

Revista de Sanidad e Higiene Pública

y

Revista

Clínica Española

, creadas en 1926 y 1940, en la publica-

ción periódica de referencia para el campo de la nutrición,

hasta la aparición en la década de 1960 de revistas como

Alimentaria

y la

Revista de Agroquímica y Tecnología de

los Alimentos

; de

Anales de Endocrinología y Nutrición

en la década de 1970; de

Nutrición Hospitalaria

(conti-

nuación de la

Revista Española de Nutrición Parenteral

y Enteral

) (44), y

Nutrición Clínica y Dietética Hospita-

laria

en la década de 1980; o las de

Actividad Dietética

(desde 2011,

Revista Española de Nutrición Humana y

Dietética

) y

Revista Española de Nutrición Comunitaria

en la década de 1990.

A la par que la SEB desarrollaba sus primeras activida-

des, se constituía en el seno del CSIC, el Departamento de

Investigaciones Bromatológicas, con secciones en Barce-

lona, Madrid y Zaragoza, y en 1954 se ponía en marcha

la Escuela de Bromatología en la Facultad de Farmacia de la

Universidad Complutense de Madrid. El objetivo fundamen-

tal de la nueva Escuela era formar «técnicos bromatólogos;

universitarios que puedan dirigir las industrias de alimentos»,

pero en realidad la creación de la Escuela respondía a la

necesidad de hacer frente, como se ha indicado, a muchos

de los retos de naturaleza sanitaria y económica asociados

a la transición alimentaria y nutricional que estaba experi-

mentando la población española en la década de 1950 (6).

La alimentación colectiva era otra de las cuestiones del

panorama nutricional español que precisaba de profesiona-

les que pudiesen abordar la dirección de cantinas y comedo-

res. Aunque existía una cierta tradición en el ámbito escolar

(46), para los responsables de la Escuela de Bromatología,

se trataba de un espacio abandonado a normas empíricas,

donde el técnico bromatólogo podía realizar una excelente

labor, al asegurar raciones eficientes y equilibradas, en un

contexto que tenía como objetivo la «trasformación lenta y

eficaz de nuestra alimentación nacional», a partir del mapa

de necesidades alimentarias de España. El especialista en

nutrición era considerado el encargado de fijar las raciones

más convenientes, mientras que el técnico bromatólogo te-

nía que completar la confección de las minutas alimentarias

y «recoger todos los factores imprescindibles, cuales son

los de apetencia, saciedad, mínimo proteínico y protector,

además de conocer las materias primas de que puede dis-

poner en cada día, con el ajuste económico imprescindible».

Junto a la enseñanza y formación de “especialistas para

la técnica de la alimentación”, la Escuela de Bromatología

también tenía asignadas las funciones de investigar los pro-

blemas relacionados con los alimentos y la divulgación de

los conocimientos bromatológicos. Las actividades investi-

gadoras que se llevaron a cabo durante el período 1954-

1966 se agrupaban en torno al estudio de la alimentación

española, con cinco líneas de investigación que se con-

cretaban en la realización de una encuesta nacional de la

alimentación; el estudio de la composición de los alimentos

españoles (de los más genuinos); el examen de las grasas

comestibles, con una atención particular al aceite de oliva;

el análisis y estudio de las aguas minero-medicinales; y el

análisis del valor biológico de los alimentos y la necesidad

de valorar su digestibilidad y eficacia. También se ocupa-

ba de todo lo relacionado con las sustancias extrañas en los

alimentos, tanto en relación con los aditivos químicos como

con las contaminaciones ocasionales.

En el desarrollo de las actividades de la Escuela relaciona-

das con la nutrición, y más concretamente en lo referente al

proyecto de realizar una encuesta nacional de alimentación,

desempeñó un papel destacado el profesor Gregorio Varela

Mosquera (1919-2007), hasta su traslado a la Universidad

de Granada como catedrático de Fisiología Animal (47).

Su llegada a la institución granadina, permitió impulsar los

estudios de nutrición, a través de la creación en 1970 de la

Escuela Profesional de Nutrición (Orden Ministerial de 18

de agosto de 1970.

BOE

de 12 de septiembre de 1970),

así como la posterior creación en 1989 del Instituto de

Nutrición y Tecnología de los Alimentos que lleva el nom-

bre de su primer director, el profesor José Mataix Verdú

(1941-2008).

Tanto la Escuela de Bromatología como la SEB tuvieron

un protagonismo destacado en el proceso de elaboración

del Código Alimentario Español. En 1953, en la Prime-

ra Reunión de Bromatólogos españoles que tuvo lugar en

Madrid, se presentaron varios anteproyectos de legislación

alimentaria. Tres años después, en la Segunda Reunión

de Bromatólogos, el profesor Villanúa presentaba una po-

nencia titulada “Codex Alimentarius Hispanicus” (48). Pero

sería a partir de 1960, tras la celebración de la Primeras

Jornadas sobre Alimentación, cuando se constituyó una

subcomisión de expertos para la redacción de un código

alimentario dependiente de la Presidencia del Gobierno,

y en la cual, además de representantes del Ministerio de

Agricultura, la Comisaría General de Abastecimientos y la

Dirección General de Sanidad, participaron representantes

de la Escuela de Bromatología. Finalmente fue en 1967