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J. M. Ribera Casado

A

LIM.

N

UTRI.

S

ALUD

2

opinión. No parece ser un argumento muy consistente. Más

lo es el hecho de que, con cierta frecuencia, puedan quedar

en el aire matices interpretativos más o menos importantes

en la aplicación del mismo (4).

En 2013 el

Hasting Center

revisó sus guías de 1987

(5). En este segundo documento se enfatiza el hecho de que

el paciente nunca suele ser un ente aislado y que la familia

suele participar intensamente en todo el proceso, por lo que

se debe contar con ella desde el inicio. Esta circunstancia es

especialmente importante cuando se trata de sujetos incapa-

citados o con deterioro cognitivo. Otra guía importante (6)

comentando este punto utiliza la expresión

“patient-cente-

red, family-oriented”

, una expresión que, a mi juicio, resume

bastante bien el sentir mayoritario de los expertos en bioética.

Entre las estrategias para mejorar el problema figura en

un lugar destacado la preparación que debe recibir el clínico

en cuanto a su formación previa ante este tipo de situacio-

nes. Una preparación que no se incluye habitualmente en

los planes curriculares del pregrado ni, salvo excepciones,

suele ser tomada en consideración a lo largo de la forma-

ción especializada durante el periodo de residencia.

En la misma línea parece necesario facilitar a aquellos

médicos que, sin ser profesionales de los cuidados paliativos

o de las unidades de medicina intensiva, deben afrontar a

diario este tipo de situaciones –médicos de familia sobre

todo–, un entrenamiento periódico y una formación con-

ceptual en el tema tal y como ha sido propuesto desde

algunas instancias (7). Hay que desmitificar creencias muy

arraigadas como la de que los tubos de alimentación son

útiles en las fases avanzadas del Alzheimer; o la de que en

esas circunstancias la hidratación mantenida prolonga la

vida o alivia los síntomas. Incluso desmitificar la idea de que

el ambiente hospitalario puede ser más beneficioso que el

residencial o que el propio domicilio.

En último término, a mi juicio, tal como afirma otro

importante documento de consenso, deberíamos fomentar

el principio de que “la decisión de iniciar, mantener o supri-

mir una nutrición o hidratación artificial debería ser tomada

por el paciente y su familia tras haber recibido una infor-

mación extensa, detallada, y sin prejuicios de ningún tipo

por parte del equipo médico encargado del paciente” (8)

BIBLIOGRAFÍA

1. Ribera Casado JM. Feeding and hydration in terminal stage

patients. Eur Geriatr Med 2015;6:87-90.

2. Wolf SM, Berlinger N, Jennings B. Forty years of work on

end-of-life-care. From patients’ rights to systemic reform. N

Engl J Med 2015;372:678-82.

3. The Hastings Center. Guidelines on the termination of life-sus-

taining treatment and the care of the dying. Bloomington:

Indiana University Press; 1987.

4. Clinical decisions. End-of-life advance directive. N Engl J Med

2015;372:667-0.

5. Berlinger N, Jennings B, Wolf SM. The Hasting Center guide-

lines for dicisions on life-sustaining treatment and care near

the end of life. 2ª ed. New York: Oxford University Press;

2013.

6. Committee on Approaching Death. Addressing key end-of-

life issues. Dying in America: Improving quality and honoring

individual preferences near the end of life. Washington DC.

National Academies Press. 2014.

7. Quill TE, Abernethy AP. Generalist plus specialist palliative

care – creating a more sustainable model. N Engl J Med

2013;368:1173-75.

8. American Geriatrics Society Ethics Committee and Clinical

Practice Models of Care Committe. American geriatrics Soci-

ety feeding tubes in advanced dementia position statement. J

Am Geriatr Soc 2014;62:1590-93.