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Vol. 22, N.º 1, 2015

Alimentos hipocolesteromiantes

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revisión. A continuación se resumen los efectos lipídicos y

otras propiedades beneficiosas para la salud de los alimen-

tos realmente funcionales para la hipercolesterolemia y el

riesgo cardiovascular, concluyendo cada descripción con

unos consejos prácticos para su consumo.

Frutos secos

Los frutos secos (almendras, avellanas, nueces, pista-

chos, anacardos, macadamias, piñones, etc.) son unos

vegetales peculiares por su alto contenido en grasa, que

suele superar el 50 % de la energía que contienen, pero

está formada principalmente por ácidos grasos insaturados,

sea AGM tipo oleico (en las almendras, avellanas y otros),

o AGP n-6 tipo linoleico y n-3 como el ácido

α

-linolénico,

el omega-3 vegetal (en las nueces), mientras que contienen

pocos AGS (26). Aunque los cacahuetes no son realmente

frutos de un árbol sino legumbres, su composición general

y alto contenido en ácidos grasos insaturados los asimila a

los frutos secos, tanto desde el punto de vista nutricional

como por sus efectos biológicos. Aparte de su riqueza en

grasa, los frutos secos, como todas las semillas, contienen

abundante fibra, antioxidantes, potasio, magnesio y multi-

tud de compuestos fitoquímicos de gran actividad biológica.

Estos se encuentran en buena medida en la piel, por lo

que es aconsejable consumir los frutos secos crudos y no

tostados (26).

El interés por los frutos secos se inició por evidencias

epidemiológicas consistentes de que su consumo habitual

reducía el riesgo de ECC (26,27). Este efecto protector de

la ECC se ha confirmado en otros estudios, recogidos en

un meta-análisis reciente (28) que también indica un efecto

beneficioso sobre el riesgo de diabetes. Recientemente se

ha sugerido que el consumo regular de frutos secos reduce

la mortalidad por enfermedades del corazón y por cual-

quier causa (29). El estudio PREDIMED (PREvención con

Dieta MEDiterránea) de prevención primaria cardiovascular

ha proporcionado una evidencia científica de primer nivel

sobre el beneficio de consumir frutos secos al demostrar

una reducción del 30 % en la incidencia de enfermedades

cardiovasculares (infarto de miocardio, ictus o muerte por

estas causas) tras 5 años de intervención con una dieta

mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen extra

o frutos secos (30 g al día, 15 g de nueces, 7,5 g de almen-

dras y 7,5 g de avellanas) en personas de alto riesgo (30).

Este efecto beneficioso puede adscribirse en parte a los

efectos lipídicos de los frutos secos. Efectivamente, se ha

demostrado en diversos estudios clínicos de intervención

dietética a corto y medio plazo, tanto en voluntarios sanos

como en pacientes hipercolesterolémicos, que el consumo

diario de una cantidad razonable de frutos secos tiene un

claro y consistente efecto reductor de la colesterolemia (31).

Los frutos secos más estudiados han sido las almendras y las

nueces, pero también se han publicado resultados positivos

de estudios con otros frutos secos y con cacahuetes, de

modo que el efecto hipocolesteromiante puede considerarse

como “de clase”, siendo compartido por todos los frutos

secos. El efecto reductor del colesterol total y LDL oscila

entre el 5 y el 15 % con dosis diarias de frutos secos de

30-75 g y se relaciona con las cifras basales, siendo más

eficaz cuando más alto es el colesterol al inicio. También

hay una dependencia del índice de masa corporal, de modo

que las personas delgadas responden más que las obesas

(Fig. 1). Los frutos secos no producen cambios apreciables

del colesterol-HDL, mientras que los triglicéridos se reducen

si estaban elevados, pero no en individuos normotriglice-

ridémicos (31). De modo notable, el efecto reductor del

colesterol se ha observado comparando las dietas de frutos

secos con otras dietas saludables, como la mediterránea o

la japonesa.

Una reducción máxima del colesterol del 10 % equivale

a una disminución del riesgo coronario del 20 %, inferior

a la observada (alrededor del 34 %) en los estudios epide-

miológicos. Esto sugiere que los frutos secos pueden tener

un efecto preventivo de las ECC más allá de sus efectos

lipídicos. Obviamente, este efecto debe estar relacionado

con la peculiar composición de los frutos secos, ricos en

ácidos grasos insaturados y fibra, pero también en micro-

nutrientes antioxidantes y diversos compuestos fitoquí-

micos cardiosaludables. Destacan entre ellos la arginina,

la vitamina E y el ácido

α

-linolénico (26). La mayoría de

frutos secos contienen proteínas de alto valor biológico,

incluyendo cantidades apreciables de arginina, el precursor

del óxido nítrico. También son una fuente apreciable de

vitamina E, que protege las lipoproteínas de la oxidación

y se considera actualmente un nutriente importante en la

prevención de la aterosclerosis. Las nueces son uno de

los alimentos naturales más ricos en ácido

α

-linolénico, un

AGP de la serie n-3 con propiedades similares a las de los

clásicos AGP n-3 marinos.

Se ha demostrado que, en comparación con una dieta

mediterránea, una dieta rica en nueces revierte la disfun-

ción endotelial asociada a la hipercolesterolemia de modo

independiente a la reducción del colesterol (32). Este efecto

Fig. 1. Respuesta del colesterol LDL a una dieta de frutos secos

en función de las cifras basales y del índice de masa corporal.

Datos de un estudio agregado de 25 ensayos de intervención

nutricional con frutos secos en los cuales la dosis media fue de

67 g al día (adaptado de referencia 31).